Fue contemporánea a la mejor jugadora de la historia argentina, vivían juntas en Estados Unidos. Llegó a ser la número 2 del mundo Junior y se dio el lujo de jugar en Wimbledon, Roland Garros y el US Open. Además, un día tuvo a Martina Navratilova como chofer.
San Francisco fue en su momento una cuna de jugadoras que llegaron a representar al país en los mejores torneos de tenis del mundo. Una de las primeras en abrir caminos internacionales fue Gabriela Mosca, la hoy abogada especializada en derecho deportivo viviendo en Buenos Aires, supo como romper las fronteras de nuestra ciudad para perseguir su sueño de profesional.
Sus primeros pasos los dio en el Sport Automóvil Club, pero rápidamente se trasladó a San Isidro para ser entrenada por Oscar Gariotti. Tenía apenas 8 años y su crecimiento fue sostenido para llegar a ser campeona sudamericana a los 15, título que le permitió ser observada por entrenadores en Estados Unidos.
De San Francisco se fue directamente a vivir a Key Biscayne en Miami compartiendo hogar con Gabriela Sabatini: “Gabriela era una fuera de serie, era una superdotada, competía dos categorías más arriba que yo, teniendo la misma edad. Era una amiga más cuando vivíamos juntas, también estaban Betina Fulco y Mercedes Paz. Entrenábamos por la mañana y por la tarde, no hacimos mucho más que ir al supermercado o al cine alguna vez”, recordó.
Mosca fue campeona del reconocido Torneo Orange Bowl en Sub16, vivió en Estados Unidos desde 1985 a 1991. Llegó a ser número 2 del ranking mundial ITF en Junior, estuvo nueve años en el circuito profesional, pero se retiró temprano, cuando tenía 24.
“Me marcó irme de chica a vivir afuera, lejos de la familia. Salté de vivir en San Francisco a Estados Unidos, sin escalas, fue difícil. En 1993 jugué el último torneo en México, ya había salido del circuito en el 91 por una lesión de clavícula, me retiré porque consideraba que no había logrado lo que yo pretendía. Cuando dejé de jugar me puse a dar clases en Buenos Aires. Al principio vivía en una pensión, decidí terminar el colegio de noche que era lo que me había pedido mi viejo cuando me fui a Estados Unidos. Necesitaba darle un nuevo sentido a mi vida, encontré en el conocimiento darle una vuelta de rosca a la vida. Una vez que terminé el secundario comencé a estudiar periodismo deportivo, un año solamente, pero después dije que iba a estudia veterinaria porque amo los animales, pero no fue. Me metí a estudiar ciencias políticas en la Universidad de Palermo. Después me incliné por Derecho, hice un posgrado en Derecho Deportivo”.
Gabriela, en sus años como profesional, ocupó el puesto 192° en singles y 80° en dobles, llegando a jugar Wimbledon en 1987, Roland Garros dos veces (1987 – 1988) y US Open dos veces (1987 – 1988).
En su preparación cuando vivía en USA, un día le sucedió algo extraño, conoció a su ídolo y de manera particular: “Ocurrió en Hilton Head –costa este de Estados Unidos-, parecido a Pinamar. Un día lluvioso, salimos caminando hacia el club y resultó más lejos de lo pensado. Empezamos a -hacer dedo- y en un momento paró un auto oficial del torneo, cuando abrimos la puerta nos dimos cuenta de que la que manejaba era Martina Navratilova. Hicimos un gesto como pidiendo disculpas dado que pensábamos que se trataba de un chofer con el auto vacío. Sin embargo, amablemente nos dijo, ´suban que está lloviendo y hace frío´, y nos llevó hasta el club…Chofer de lujo y ejemplo de humildad!”, contó.
Sus nueve años de profesional, ser 2 del mundo en junior y competir en tres Grand Slam no le significó para nada en ganancias: “Me quedó un Fiat 147 por haber competido, nada más que eso”, concluyó.