Julián Pagura cumplió su segundo año al mando de San Isidro y se transformó en el entrenador con peores números. Solo un 48.57% de efectividad producto de 44 triunfos y 45 derrotas a lo largo de los 89 partidos que dirigió.
Desde que llegó a calle Corrientes, allá por el mes de junio de 2016, quiso hacer “patria” con un proyecto renovador para la institución, darle prioridad a los “pibes” y una identidad vertical al club desde sus divisiones formativas hasta primera profesional.
No solo que no lo pudo lograr, ni siquiera se avanzó de un año al otro, algo que en el balance general de una temporada tiene más cosas en el debe que en el haber. Lo mejor de sus 24 meses lo dio como asistente de Roberto Vico en el campeonato nacional que San Isidro consiguió con la categoría U19.
En sus primeros meses en la estadía en San Francisco, cuando se presentaron situaciones adversas no mostró autoridad, cuando los resultados no eran favorables rápidamente presentó su renuncia, algo que en aquel momento no fue aceptada por la directiva.
En primera, se entusiasmó con el subcampeonato del Súper 8 (perdió la final con Instituto) y con otro segundo puesto en Uruguay (campeón Defensor Sporting) en torneos de pretemporada; pero cuando se chocó con la realidad de la Liga Argentina (ex TNA) volvió a cometer los errores de la 2016/2017 al no poderle imprimir una identidad, algo que vaya por encima de los nombres.
San Isidro estuvo al borde del abismo, por desempate no tuvo que jugar un playout por el descenso, realizando la peor temporada desde que regresó a la segunda división nacional. La institución que fue modelo en varias de las 7 temporadas anteriores perdió prestigio, algo que tendrá que recuperar y en ese plan Julián Pagura parece no encajar.