Portigliatti ya sabía lo que era el sabor de un ascenso, pero el conseguido la pasada semana en España sin dudas que ha de quedar en lo alto del pedestal en su carrera deportiva: atajó dos penales en la definición y el CD Benicarló retornó a tercera tras 29 años, nada menos que eso.
Con vaivenes en toda su trayectoria, el sanfrancisqueño siempre se las rebuscó para reinventarse. Desde el primer fuerte golpe al quedar libre en River Plate cuando tenía 21 años, Sebastián Portigliatti no se rindió.
Bajó al Argentino B, se aguantó no jugar mucho en Sportivo Belgrano, se fue a Europa, volvió, otra vez viajó al “viejo continente” hasta que de pronto pasó a estar en boca de todos con una firme chance de ser nacionalizado hondureño por su excelente actuación en el Motagua; uno de los grandes de ese país, siendo el mejor extranjero de la temporada.
Por todo eso pasó Sebas, que nuevamente desembarcó en su ciudad natal en busca de revancha en la verde de barrio Alberione; pero que otra vez no pudo ser profesa en su tierra, como a tantos otros le pasa.
Portigliatti, de formación en Barrio Jardín en el baby fútbol e inferiores en el “millonario” de Núñez, no bajó los brazos. A Sus 35 años le llegó otra chance de viajar, España nuevamente en su radar; con no buenos antecedentes de su estadía pasada.
Rápidamente se ganó halagos en el CD Benicarló de la región de Valencia, en cuarta división. Fue clave para que su equipo lidere las posiciones hasta que la pandemia arrasó con el normal desarrollo de la Liga.
Luego del aislamiento obligatorio con su familia (señora e hijo), retomó con un solo objetivo: conseguir el ascenso a tercera.
En semifinales la definición llegó a los penales; Sebas no trabajó mucho tras dos penales desviados y pasaporte a la finalísima. Allí si se puso el traje de héroe, dos brillantes atajadas y un festejo alocado en busca de abrazos.
Portigliatti dejó en claro que sus manos están más arriba que nunca; que bajarlas no está en ADN y a los 35 años el premio le llegó, y a lo grande.