Automovilismo

Historias “Dakarianas”

Aquel primer Dakar en Sudamérica en 2009, nos encontró a un grupo de amigos partiendo a una aventura de la que poco sabíamos. La empresa de San Francisco, Surtirally, había sido designada para realizar la logística del reaprovisionamiento de combustible y así fue como Eduardo “Bocha” Perotti nos convocó para acompañarlo en esta locura.


Esa primera edición en nuestro continente, largaba en Buenos Aires para luego ir hacia el sur del país, pasando por Santa Rosa de La Pampa, Puerto Madryn, Ingeniero Jacobacci, Neuquén y Mendoza antes de cruzar a Chile.

Me tocó hacer buena parte de la travesía con Héctor Rasetto en una VW Saveiro diésel, que cuando habíamos hecho 100 kilómetros de San Francisco, creo que ya tenía la junta de la tapa de cilindros quemada, pero bueno, nobleza obliga, dio increíblemente toda la vuelta.


A Héctor le podías pedir cualquier cosa que no había problema, eso sí, cuando él necesitaba comunicarse a San Francisco, había que solucionarlo como sea.

Como llevábamos bastante agua mineral en botellas para cada punto de reaprovisionamiento de combustible en la chata, no había problemas de suministro para el radiador, que pedía unos cuantos litros cada unos cientos de kilómetros recorridos.


La tercera etapa de la carrera desde Puerto Madryn a Jacobacci fue toda una odisea. Llegar a esa localidad de 10.000 habitantes de la provincia de Río Negro, a la cual se accede luego de transitar más de 200 kilómetros de ripio con mucha tierra, y teniendo en cuenta que a esa misma distancia a su alrededor, no existe prácticamente ningún otro lugar poblado, fue un viaje pesado y que demandó muchas horas.

Y aquí va la primera anécdota. Casi a mitad de camino paramos en un pequeño poblado, muy pequeño, porque yo hacía todos los días una cobertura para la radio y había que buscar un teléfono para salir al aire. Eran épocas donde los celulares estaban limitados en su uso a tener señal para una llamada, ni existía el whatsapp.


En una despensa encontramos el único teléfono de todo ese poblado de solo un par de casas. Era a monedas. Mientras yo disqué y empecé a salir al aire en la radio, el “Gringo” iba y venía buscando monedas a la camioneta o de donde sea para que no se cortara la comunicación. Imaginen que, a ese teléfono, si alguien quería hablarte porque vivías en ese pueblo, llamaba, colgabas, te iban a avisar a tu casa y volvías al almacén para esperar que te llamen de nuevo y así poder hablar.


Otra anécdota de ese primer Dakar tiene lugar ya en Chile, después de cruzar la cordillera, ahora el que tenía problemas porque quería comunicarse con San Francisco a su casa para avisar que estaba bien era mi querido amigo Rasetto.

Con un celular a tarjeta, obviamente que al entrar en otro país no le funcionaba más, así que no tuvo mejor idea, pese a que le advertí que no le serviría de allí en más su teléfono para comunicarse, que ir a un telecentro y comprar una tarjeta de Claro Chile. Fue mucho más difícil aún hacerle entender que tampoco le iba a poder cargar ese crédito a su teléfono.


Me ligué unos cuántos insultos, pero bueno, de alguna forma, seguro pudo comunicarse para hablar con su esposa Claudia, porque de no haber sido así, no estaría yo escribiendo estas líneas…

Alejandro Giustolisi (Especial para DSP)

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