El joven volante albiazul, de 20 años, se ganó un lugar en el equipo en el que hasta hace poco brillaban en su puesto “El Cholo” Guiñazú y Andrés Cubas y es figura partido a partido. Conocé su historia.
La estela del “Cholo” Guiñazú había dejado la vara muy alta en el mediocampo de Talleres. Con un ascenso inolvidable logrado de la mano de un agónico gol suyo y una despedida acorde a la magnitud de su idolatría, parecía difícil de llenar el puesto de “5” albiazul tras la partida del hombre del “motor 4.0”.
Sin embargo, después Andrés Cubas demostró estar a la altura. Con juego y entrega, se ganó el corazón de los hinchas y un pasaje directo al fútbol europeo. Luego, nuevamente, el vacío. Y la confianza a un pibe que, con el correr de los partidos, también supo ganarse un lugar y el respeto del ambiente del fútbol: Federico Navarro.
Navarro nació el 9 de marzo del 2000 en Frontera, Santa Fe, ciudad ubicada en el límite interprovincial con la localidad cordobesa de San Francisco. Desde pequeño comenzó a manifestar su amor por la pelota y a marcar diferencias en los potreros de su lugar natal.
El volante, siendo adolescente, arribó al club de barrio Jardín en 2013, año del centenario de la institución. Diego Garay, ídolo del “Matador”, y Darío Paredes lo vieron jugar en San Francisco, cuando daba sus primeros pasos en el baby fútbol en Deportivo Sebastián, y lo trajeron a Córdoba junto a Exequiel Beltramone, otra joya de la zona que se pulió en la cantera albiazul.
Se instaló en la pensión de la “T” y después sus padres viajaron a la capital provincial para definir cómo continuaba sus estudios, mientras se preparaba para los entrenamientos en el predio Amadeo Nuccetelli y sufría el rigor de las primeras pretemporadas en el Parque Sarmiento.
Tras afianzarse en inferiores en base a fútbol, sacrificio, entrega y despliegue en el círculo central durante varias temporadas, en 2018 pasó a integrar el plantel de la Reserva de Talleres, que venía de ser campeón con Bovaglio como entrenador. Con 18 años, se consolidó en ese equipo que, ya con Walter Lemma de técnico, volvió a dar la vuelta olímpica, marcando un hito en la categoría para el deporte cordobés.
Ese mismo año, el 8 de mayo, Frank Darío Kudelka lo citó por primera vez a entrenar con el plantel mayor, luego de que Guiñazú sufriera un desgarro. Ese día, el pibe de Frontera firmó su primer contrato profesional con “El Matador”, hasta junio de 2021.
Su ascendente nivel lo llevó a las selecciones juveniles de Argentina, cuyos encargados rápidamente posaron sus ojos en él. Fue convocado al seleccionado sub 19, con el que pasó semanas de prácticas en el predio de AFA en Ezeiza, y más tarde al Sub 20, dirigida en ese entonces por Lionel Scaloni, actual DT de la Selección mayor que capitanea Lionel Messi.
En el sub 20 argentino compartió citaciones con otras promesas que militaban en “El Albiazul”, como Facundo Medina, Gonzalo Maroni y Joaquín Blázquez, y jóvenes perlas del fútbol nacional, de la talla de Adolfo Gaich, Nehuén Pérez y Thiago Almada.
El potencial de “Fede” cruzó el charco y llegó al radar de un gigante del Viejo Continente: el Inter de Milán. En agosto de 2018 comenzó a correr el rumor en la prensa italiana de que el coloso europeo estaba interesado en contratarlo. Aunque no prosperó, fue un signo de un talento que florecía en “La Docta”.
Con la llegada de Juan Pablo Vojvoda como director técnico, Navarro continuó entrenando con el primer equipo y esperando su oportunidad. Talleres había logrado la clasificación a la Copa Libertadores 2019, lo que le abría el abanico a un posible estreno con la casaca albiazul ante la necesidad del recambio por la doble competencia.
El día más esperado por Navarro llegó en febrero de ese año. La “T” debía enfrentarse al poderoso San Pablo de Brasil por el torneo continental, por lo que Vojvoda optó por un equipo alternativo para el choque ante Atlético Tucumán, por la Superliga.
Esa jornada, en el Monumental José Fierro, el pibe de Frontera debutó como titular en un Talleres que se trajo un valioso empate de Tucumán, y que, después, lograría eliminar al elenco paulista.
Al sumar minutos, Navarro ganó confianza y fue figura en el triunfo sobre Estudiantes en La Plata, partido en el que “El Matador” también jugó sin los habituales titulares, reservados para el choque ante Palestino de Chile, serie que el combinado cordobés no pudo superar. La “T” se quedó con el nudo en la garganta por esa ilusión de llegar a fase de grupos que no pudo materializarse.
La eliminación en Chile derivó en el sorpresivo retiro del “Cholo” Guiñazú. El cimbronazo de la salida del emblema fue fuerte en barrio Jardín. Para Navarro, que ocupa el mismo puesto, representó el desafío de afianzarse como variante.
Pasaron los meses, llegó “El Cacique” Medina y “Fede” siguió en la consideración, aunque por detrás de Cubas, Tomás Pochettino y José Mauri. Tras el extenso parate por la pandemia de coronavirus, las partidas de Cubas y Mauri y el cambio de formato del torneo, parecía que las fichas iban a posarse sobre él, y el destino le guiñó un ojo.
En el esperado estreno ante Newell’s en el Kempes, su nombre aparecía de arranque en el mediocampo, acompañado por Juan Méndez. Fue triunfo albiazul con una gran actuación del volante central, que con el desarrollo de la Copa Diego Maradona se convirtió en figura y pieza basal del equipo que logró sortear el “grupo de la muerte” y clasificó a la Zona Campeonato.
Viniendo por detrás de estrellas y estandartes del club, el pibe de Frontera esperó pacientemente su oportunidad, que le llegó en base a sacrificio, esfuerzo y paciencia. Con la “5” en la espalda y a sus 20 años, Navarro dejó de ser una promesa para convertirse en una realidad en un Talleres que ilusiona.
Fuente: Cadena 3 – Raúl Monti