Muchos podrán tener alguna referencia de él, sus logros en el básquet o el estilo que creó. Antonio Manno, para sus dirigidos, fue mucho más que eso. A 10 años de su muerte y a más de 20 de haber ascendido con San Isidro, integrantes de aquel plantel lo recuerdan.
“Falleció Antonio… Don Manno en Córdoba” se escuchó aquel viernes 9 de abril de 2010. Justo esa noche San Isidro vencía en la capital de la provincia a Barrio Parque 94 a 91 para meterse en semifinales de la Liga Provincial A de Básquet (que luego ganaría) y antes que la “naranja” empiece a volar, se realizó un sentido minuto de silencio.
Antonio fue para San Isidro el iniciador de una era, el capitán de un barco que llevó a un club (en ese momento de barrio con algunas esporádicas presencias a nivel provincial) a competir a nivel nacional; el encargado de hacerles creer a todos de que eso era posible, de convencer que con “poco material” se podía hacer… y mucho.
Su nombre era reconocido en el básquet argentino, antes de su desembarco en la ciudad había logrado consagrarse campeón de la Liga Nacional con Gepu de San Luis. “Fue uno de los mejores entrenadores que tuve en mi carrera”, aseguró muchas veces Héctor Campana, quien lo tuvo como DT en ese equipo campeón.
“Antonio representa lo que es hoy el básquet de San Francisco y mucho más lo que es el básquet de San Isidro. San Isidro no sería lo que es hoy si no hubiese pasado Antonio”, resalta Daniel Beltramo, el entrenador más exitoso en la historia de los Halcones Rojos con dos ascensos y un tercer puesto en TNA.
Justamente “pirincho” llegó a calle Corrientes por la posibilidad que le brindó Manno previo a aquella temporada 1996/1997: “Llegó a San Francisco sin ninguna duda a revolucionar el básquet de la ciudad y de la zona. Viví el proceso de la decisión de él de venir a San Francisco y creo que la dimensión de lo que logró no se termina solo dentro de las cuatro líneas”, recalca.
Manno había nacido en Córdoba el 24 de marzo de 1936 y comenzó su campaña como director técnico en el ámbito de la Asociación Cordobesa de Básquetbol y falleció a los 74 años, víctima de una afección cardíaca, un 9 de abril de 2010.
“Conocí a Antonio Manno cuando yo tenía 22 años. En un jugador de básquet todos los entrenadores y compañeros te dejan cosas, pero Antonio fue una marca especial. Él tenía una forma de ver el básquet única en su momento, sus entrenamientos eran lecciones, sacaba el máximo de cada jugador y nos hacía crecer a todos mucho más allá de lo que nos creíamos capaces”, explicó Eduardo Blengini, capitán del ascenso en 1998.
“Antonio para mí fue un maestro más que entrenador. Me educó como jugador, pero también como persona. Hoy todavía tengo en mente reglas que él nos inculcó. Para mí fue un orgullo tenerlo de técnico y ser su alumno. Hoy si lo tuviera al frente sería a unas de las pocas personas que le diría: Gracias…”, le dijo a DSP Lucio Bustos, base de aquellos años en el “santo”.
“Creo que el principal legado de Antonio es que, aún después de 20 años todavía sus enseñanzas y conceptos siguen vigentes en cada uno de los que formamos parte de sus equipos”, enfatiza Germán Fassetta, quién se encontraba jugando en Las Varillas cuando recibió el llamado de Manno para integrar su equipo y luego llegar a disputar el Torneo Nacional de Ascenso.
Esa fue una de las principales características de Antonio, de tener un “sexto sentido” para la elección de jugadores; no de focalizar su idea es figuras estelares, sino de explotar las virtudes no conocidas ni por el propio jugador elegido.
“Con otro entrenador hubiera sido imposible lograr lo que se logró en esa época en San Isidro, teniendo los recursos económicos y el plantel con mayoría de jugadores locales o de la región. Quiero valorar también ese grupo de jugadores. Hoy sería imposible que un equipo se banque la exigencia deportiva y mental que imponía Antonio, con las limitaciones y problemas económicos de esa época”, resalta Franco Prelazzi, quien fue promovido por Manno y luego construyó una exitosa carrera en el básquet italiano.
“Cuando llegué a San Isidro era un verdadero indio como jugador y algo como persona; él tuvo la paciencia de enseñarme todo lo que hoy soy como jugador. Fueron años muy duros, entrenamientos que parecían interminables y desgastadores, me vivía marcando los errores y lo padecía mucho. Era el entrenador indicado para crecer, él me enseñó el sacrificio y la humildad”, recuerda Germán Sciutto que llegó a San Isidro para la edición 97/98 de la Liga B que terminan ganando y que aún hoy continúa jugando con 42 años, en Italia.
“En este sentido, logró que un grupo de jugadores comunes y desconocidos; que veníamos de competir en las ligas locales y regionales; pudiéramos conformar un gran equipo y lograr cosas importantes en los niveles más altos del básquet nacional”, amplía Fassetta.
Su estilo: el VEDIME
Las bases del VEDIME postulan la manera de generar velocidad en la cancha, la esencia del sistema, junto con la defensa. “El VEDIME es una síntesis de lo que es defensa y contragolpes”, resumió Manno en una nota brindada en Charata, dónde vivió los últimos tres años antes de fallecer. Recordó que “está pensado para categorías como la Liga B, con equipos que no tienen americanos y que no juegan para el pivot ni con la estatura”.
La primera orden es defender y correr, porque “si no hay velocidad no se puede sorprender. Es muy importante el factor sorpresa para compensar la falta de estatura. Que los jugadores vengan de las divisiones inferiores de cada club es clave”, remarcó. Y al respecto ponderó la importancia de darle continuidad a las competencias de las categorías formativas.
Prelazzi lo resume con un ejemplo claro de la actualidad: “Para referirme a Antonio podría citar un ejemplo: En los últimos años algunos equipos de la NBA, en función de análisis de métricas y datos llegaron a la conclusión de que era más productivo tomar más tiros de tres puntos y volcadas que de 3 o 4 metros. Esto cambió el estilo de juego de franquicias puntuales, pero también de toda la NBA. En la temporada 2017/18 se lanzaron más tiros de 3 puntos que en toda la década del 80. El viejo Manno, era eso, pero hace 30 años atrás”.
“Como él siempre decía, el verdadero compañerismo no está en la simple camaradería, sino en ser solidario, comprometido y respetuoso de las normas del equipo y del juego cada entrenamiento y en cada partido”, cuenta Germán Fassetta.
“Siempre haciéndote entender que el equipo está sobre todo antes que lo individual, por supuesto que te decía las cosas buenas también si defendías bien y corrías bien la cancha eras el jugador indicado. Fue y será un adelantado claramente del básquet, hoy si yo fuese entrenador implementaría muchas cosas de él en los jugadores juveniles, a mí me marcó. Una de las tantas cosas que me dijo, si defendés vas a llegar muy lejos y cuando te vayas de mi lado te vas a aburrir de los otros entrenamientos. En fin, todo lo que soy hoy como jugador es gracias a él”, hizo referencia Sciutto.
“No tengo más que palabras de agradecimiento y reconocimiento para ´ el viejo Manno ´; de tan solo recordarlo me están dando ganas de entrenar”, enfatizó Blengini.
Su personalidad
De carácter fuerte, al menos dentro del ámbito profesional como entrenador. Exigente es la palabra que redunda en la opinión de sus dirigidos.
“Era una persona difícil de llevar en el día a día, muy exigente y con un manejo de las relaciones individuales y sociales que ocasiones complicadas de entender para el común de las personas”, cuenta Prelazzi.
“Un tipo difícil por su carácter en los entrenamientos, pero un ser humano espectacular”, dice Bustos.
“En mi caso personal, el agradecimiento es aún mayor, porque además de darme la oportunidad de acercarme al profesionalismo, me dio la posibilidad compartir enriquecedoras charlas sobre aquellas cosas que también lo apasionaban, como la historia, la política, la economía, el periodismo y la vida misma. Nos formó y nos hizo evolucionar como jugadores, pero fundamentalmente como personas, poniendo siempre los valores del equipo por sobre los individuales”, destaca Fassetta.
“Jugábamos los viernes, si ganábamos volvíamos los lunes y sino domingo a la tarde que eran durísimos, las charlas del primer entrenamiento eran tremendas, tengo todo registrado en mi cabeza, si metías muchos puntos te ponía los pies sobre la tierra rápidamente nunca te dejaba relajar”, aclara Sciutto.
“Participé en aquel grupo que ganó el ascenso e incluso tuve el honor de ser el capitán. A pesar de eso cuando fue la hora del TNA me dijo que no contaría conmigo. En su momento me dolió, claro…pero incluso ese hecho, hoy lo veo como una muestra más de su honestidad y de su fidelidad a la idea del básquet que él tenía. Tampoco puedo olvidar que cuando me tocó ir a jugar a Europa fue él quien me ayudó a preparar los videos, me aconsejó cómo moverme por allí, cómo relacionarme en un ambiente que casi nadie conocía. Incluso ante las dudas que me surgían estuvo ahí para animarme y darme confianza”, cuenta Blengini.
El entrenador de la Selección: sus elogios
No hace mucho de la nota que Sergio Hernández brindó al Diario La Nación y entre los temas que trató, luego de ser subcampeón del mundo, habló de Don Manno.
“Hay un exentrenador cordobés, ya fallecido, Antonio Manno, que creó un sistema que se llama Vedime que es un manuscrito así (con las manos indica como si tuviera un tomo enorme). Está hecho con el fundamento de porqué hay que tener velocidad mecánica dinamizada. Porque los argentinos tenemos este tipo de biotipo, este tipo de idiosincrasia y tenemos que tener nuestro propio estilo. Se lo tildaba de loco, pero es a lo que se juega hoy. Lo dije hace poco en una nota y lo leyó un montón de gente. Nico Casalánguida me mandó el manuscrito que me lo sacaron mis hijos. Yo no le estoy haciendo un homenaje a Manno. Estoy diciendo algo que realmente creo. El básquet llegó a ese lugar. Pero tiene mucho trabajo y mucha estructura”.